La prevención de la dependencia
La mayor parte de las actuaciones preventivas están destinadas a mantener la autonomía personal y la capacidad funcional, en un nivel satisfactorio. Se trata de actuaciones dirigidas a prevenir o retrasar la aparición de enfermedad e incapacidad.
¿Cuáles son los tipos de prevención de la dependencia?
Las actividades preventivas pueden clasificarse atendiendo a la fase de desarrollo o evolución de la enfermedad. Así, se distinguen tres tipos de prevención:
• Prevención primaria: busca evitar la enfermedad antes de que ésta aparezca.
• Prevención secundaria: busca impedir o limitar la aparición de las manifestaciones o de las complicaciones de la enfermedad una vez se ha instaurado.
• Prevención terciaria: persigue minimizar las consecuencias de la propia enfermedad y facilitar la recuperación de la misma.
Actuaciones para la prevención de la dependencia
A continuación, hacemos referencia a las actuaciones propias en cada nivel de prevención:
A nivel de prevención primaria, la promoción de la salud, el ejercicio físico adecuado es probablemente la medida preventiva aislada más importante que existe, produciendo más beneficio para la salud de la población que cualquier otro cambio en el comportamiento. La inactividad física es el principal factor de riesgo independiente de dependencia modificable, debido a su elevada prevalencia (mayor que el hábito de fumar o la obesidad). Otros aspectos importantes que disminuirían la morbilidad y mortalidad a largo plazo, serían mantener un peso apropiado, abandono del hábito de fumar, consumo moderado de alcohol, no consumir excesivos medicamentos y mantener unas relaciones sociales satisfactorias; factores en los que de forma secundaria también pueden modificarse con la práctica de ejercicio.
En cuanto a la prevención secundaria, la actividad física puede prevenir recurrencias o servir como tratamiento añadido a los cuidados. En mayores, la prevención secundaria supone la detección precoz de incapacidad leve o en riesgo de padecerla (fragilidad) y el control de enfermedades crónicas para evitar las complicaciones que pueden llegar a producir dependencia.
La fragilidad se considera un síndrome biológico de disminución de la capacidad de reserva y resistencia ante circunstancias estresantes, resultado del deterioro de múltiples sistemas fisiológicos y que predispone a eventos adversos (dependencia, internamiento en residencia e incluso la muerte).
A su vez, las caídas son una importante causa de dependencia por las lesiones que producen y por el miedo a futuras caídas. El entrenamiento de fuerza y resistencia de los miembros inferiores, así como de la marcha y el equilibrio, son una de las medidas más importantes, que mejora la deambulación.
La enfermedad cardiovascular y la patología osteoarticular son una de las principales causas de incapacidad en los mayores, por lo que es importante adoptar medidas preventivas que pueden evitar su progresión o sus complicaciones. Aquí también el ejercicio físico cumple un papel importante.
El ejercicio practicado de forma regular, mantenida y con una cierta intensidad provoca adaptaciones funcionales orgánicas muy beneficiosas.
Resumiendo, la práctica regular de ejercicio mejora la fuerza y la capacidad aeróbica, el resultado es una mejora en la capacidad fisiológica, reducción del esfuerzo y la fatiga asociadas con las actividades de la vida diaria, y lo más importante, disminuye el riesgo de dependencia funcional y prolonga la expectativa de vida activa al disminuir las secuelas del envejecimiento y las enfermedades crónicas.
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J. Miguel San Martín. Psicólogo sanitario.